¡Por fin diste señales de vida! Sí, sí, he estado un pelín pérdida por acá, pero regresé, y aunque hoy no voy a subirles una reseña, un booktag o cualquier otra cosa relacionada con los libros si voy a hablarles de algo que guarda relación. Antes de iniciar este post quiero hacerles una pregunta y espero que antes de seguir leyendo se la respondan con toda sinceridad: ¿Ser lectores nos da el derecho a criticar a quienes no lo hacen? Si la respuesta es si , lo más seguro es que esta entrada no sea de tu agrado. Si la respuesta es no , veamos cuánto compartimos. Es un tema que viene, digamos molestándome de hace algún tiempo pero que no le había dedicado la atención necesaria, yo simplemente decía: «Ay, que fastidio» y lo dejaba; no obstante, hace poco he visto una imagen en Instagram y sencillamente me revolvió, tanto que deje el celular a un lado y me vine directo a la computadora a escribir, así que más que opinar voy a desahogarme. «No me gusta leer», e
No es un secreto para nadie que en los últimos años el séptimo arte y el mundo literario se han convertido en buenos amigos, retroalimentándose de tal forma que han surgido películas basadas en libros y libros basados en películas, llevando cada arte a un punto importante. Muchos libros han cobrado más notoriedad gracias a sus adaptaciones cinematográficas y viceversa, muchas películas han tenido éxito por estar basadas en libros. Es un círculo que beneficia a ambas partes...casi siempre. Muchos lectores son reacios a que los libros sean llevados a la gran pantalla, y es compresible, hay veces que no es la elección más acertada puesto que hacen de ella un completo desastre, una burla; no obstante, hay que ser honestos, no siempre es así, hay películas que superan con creces al libro. Para esto último quiero ponerles un ejemplo: El curioso caso de Bejamin Button. Quienes han leído el libro y visto la película concordaran conmigo al decir que la película supera al libro con creces